A causa de la naturaleza del género periodístico podría pensarse que no tiene mucho sentido leer estos textos años después, alejados de su contexto, pero con esta recopilación no sucede así. Los artículos nacen en su mayor parte de alguna noticia relevante en el momento de su escritura, pero la distancia frente a ese tiempo no empaña la lectura, pues su valor radica en otros aspectos, desde formales a contenido que rebasa el marco inicial.
Lo mejor que ofrece Millás es una voz propia consolidada, sus escritos mantienen un tono muy particular y personal. Puede situarse en contextos narrativos muy distintos, focalizar en personajes diferentes, a pesar de que acostumbra a crear un trasunto de sí mismo como narrador; pero suele mantener una serie de elementos: una visión crítica, abundantes pinceladas irónicas y satíricas y una gran propensión a la reflexión. Y el toque que le considero más propio es el trato de lo cotidiano, así en general, porque siempre trata de buscar la vuelta de tuerca hasta a las cosas más habituales, proporcionando nuevas formas de observar el mundo al lector.
Por lo general, los textos de este recopilatorio van de un tema concreto a algo más general. Las noticias que se remarcan suelen estar expuestas bajo una tela de denuncia. Pero los textos avanzan por derroteros muy distintos entre sí y suelen llevar a temas más generales, donde el afán crítico puede ser incluso más fuerte, y en ocasiones con la intención de provocar que el lector termine pensando en lo que queda por debajo (o por encima) de las cosas cotidianas que vivimos.
Otro de sus puntos fuertes es el juego formal, especialmente con la propia lengua, aparte de sus menciones a la escritura/lectura, o la literatura en general, acostumbra a forzar el lenguaje, tanto a nivel de significados, modificando o planteándose expresiones, o con chistes derivados del mismo juego de palabras. El dominio de las figuras retóricas, sobre todo las cercanas a la ironía, se hace patente en multitud de artículos.
Al tratarse de un número tan extenso de textos es normal que no todos tengan un nivel altísimo, pero haberlos los hay, del mismo modo que también los hay más flojos. Sin embargo, su naturaleza breve hace que la lectura global sea muy llevadera y en general deje un buen regusto.
Si alguien tiene interés en sus novelas (aunque para probar al autor nada mejor que alguna de las recopilaciones de artículos) recomiendo El desorden de tu nombre o La soledad era esto, que de las que he leído son las que más me han gustado; de las que tal vez algún día publique una reseña. Pero como siempre digo, lo mejor es una muestra, así que ahí la dejo:
Lo mejor que ofrece Millás es una voz propia consolidada, sus escritos mantienen un tono muy particular y personal. Puede situarse en contextos narrativos muy distintos, focalizar en personajes diferentes, a pesar de que acostumbra a crear un trasunto de sí mismo como narrador; pero suele mantener una serie de elementos: una visión crítica, abundantes pinceladas irónicas y satíricas y una gran propensión a la reflexión. Y el toque que le considero más propio es el trato de lo cotidiano, así en general, porque siempre trata de buscar la vuelta de tuerca hasta a las cosas más habituales, proporcionando nuevas formas de observar el mundo al lector.
Por lo general, los textos de este recopilatorio van de un tema concreto a algo más general. Las noticias que se remarcan suelen estar expuestas bajo una tela de denuncia. Pero los textos avanzan por derroteros muy distintos entre sí y suelen llevar a temas más generales, donde el afán crítico puede ser incluso más fuerte, y en ocasiones con la intención de provocar que el lector termine pensando en lo que queda por debajo (o por encima) de las cosas cotidianas que vivimos.
Otro de sus puntos fuertes es el juego formal, especialmente con la propia lengua, aparte de sus menciones a la escritura/lectura, o la literatura en general, acostumbra a forzar el lenguaje, tanto a nivel de significados, modificando o planteándose expresiones, o con chistes derivados del mismo juego de palabras. El dominio de las figuras retóricas, sobre todo las cercanas a la ironía, se hace patente en multitud de artículos.
Al tratarse de un número tan extenso de textos es normal que no todos tengan un nivel altísimo, pero haberlos los hay, del mismo modo que también los hay más flojos. Sin embargo, su naturaleza breve hace que la lectura global sea muy llevadera y en general deje un buen regusto.
Si alguien tiene interés en sus novelas (aunque para probar al autor nada mejor que alguna de las recopilaciones de artículos) recomiendo El desorden de tu nombre o La soledad era esto, que de las que he leído son las que más me han gustado; de las que tal vez algún día publique una reseña. Pero como siempre digo, lo mejor es una muestra, así que ahí la dejo:
“La Cosa
De pequeño tuve una caja de zapatos que llegó a ser mi juguete preferido, entre otras cosas porque no tenía otro. Pero envejeció más deprisa que los zapatos que había dentro, de manera que a mi caja se le cayó un día la primera a y se quedó en una cja, que así, a primera vista, parece un juguete yugoslavo. Busqué entre las herramientas de mi padre una a de repuesto, pero no había ninguna y tuve que sustituirla por una o. De este modo, sin transición, tuve que olvidar la caja para hacerme cargo de una coja, lo que es tan duro como pasar directamente de la niñez a los asuntos.
Jugué mucho con aquella coja, todavía la recuerdo, pero se fue haciendo mayor también y un día se le cayó la jota. Hay quien piensa que las vocales se estropean antes que las consonantes, pero yo creo que vienen a durar más o menos lo mismo. El caso es que tampoco encontré entre los tornillos de mi padre una jota en buen uso, así que la sustituí por una pe que estaba prácticamente sin estrenar. La coloqué en el lugar de la jota y me salió una copa estupenda, con la que he bebido de todo hasta ayer mismo, que se me cayó al suelo y se rompió.
A decir verdad, se rompió justamente por la pe, y como es muy antigua no he encontrado en ninguna ferretería una igual. Ayer fui a casa de mis padres, y después de mucho rebuscar en el trastero di con una ese que no desentona con el conjunto. O sea, que ahora tengo una cosa, pero no sé qué hacer con ella. La caja, la coja y la copa eran muy útiles para guardar secretos, jugar o emborracharse. Pero la cosa me da miedo; además, la escondí en el bolsillo interior de la chaqueta, de manera que desde ayer tengo una cosa aquí, en el pecho, que me llena de angustia. Lo peor de todo es que, como no sé qué es, tampoco sé cómo se rompe.
Qué vida, ¿no?”
(La primera versión de este artículo fue publicada el 21/10/2011 en Fragmentos Difusos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario