Hitomi es una chica que trabaja en la tienda del señor Nakano, una prendería en la que se venden artículos de segunda mano de todo tipo. Allí trabajan también Takeo, un chico de su edad, y Masayo, la hermana del señor Nakano. Los capítulos toman el nombre de objetos representativos en la historia que se cuenta en el mismo. Y con su sucesión se va hilvanando el relato de la vida de Hitomi hasta que ya no trabaja en la tienda.
A la tienda acude gente a vender y a comprar artículos, gente de todo tipo, desde habituales que sólo buscan platos antiguos porque salen muy baratos hasta apariciones esporádicas, como un hombre que sólo quiere prestar un cuenco porque necesita deshacerse de él por extraños motivos.
Con un estilo sencillo y directo, la autora nos deja entrever pequeños espacios detallados, caracterizando una pequeña porción de Japón. Personas que no saben lo que quieren y no tienen ni idea de cómo averiguarlo, otras que saben lo que quieren pero no saben cómo hacerlo encajar en su vida, y personas que son incapaces de decir con el lenguaje lo que quieren expresar. Prejuicios y convenciones que, como siempre han estado ahí, han de seguir siendo los moldes de la vida.
En general, si hay algo que caracterice las relaciones entre los personajes que aparecen en la obra es la falta de comunicación. No por falta de voluntad en la mayoría de casos, si no por algo más profundo que hace que ésta resulte imposible.
Todo esto viene acompañado del lirismo y las comparaciones curiosas habituales en la autora. En conjunto hace que acompañar a Hitomi, por muy frustrante que pueda resultar en ocasiones la dinámica de sus relaciones con los demás, merezca la pena. No por ver si consigue sacar algo en claro de si misma y de su lugar en el mundo, si no para ver los reflejos de lo que puede ser algo mucho más cercano.
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