miércoles, 14 de octubre de 2015

Sitges 2015 (I) - 10 de octubre


Ultimando los preparativos la noche anterior, no conseguimos dormir mucho. Cuando suena el despertador, casi más cansados que antes de irnos a la cama, conseguimos ponernos en marcha con una ducha y cafeína y teína. Al salir, el barrio nos ofrece un augurio del festival: justo al atravesar un callejón, las farolas se apagan, tenemos que hacer el camino al tren por calles completamente a oscuras, el sol aún no nos ilumina.

Renfe funciona sorprendentemente bien y nuestros planes resultan fructíferos, conseguimos llegar con algo de tiempo a la primera proyección del día, hay poca cola a las 8.30 en la nueva sala Tramuntana. Un espacio amplio pero con una pantalla muy pequeña y unas butacas demasiado rígidas; no recomendable. Al menos, no demasiadas cabezas nos permiten ver bastante bien.

Anomalisa

Atraídos por el nombre de Charlie Kaufman después de la gran Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004) (uno de esos horribles casos de invención de títulos de películas al traducirlas: Olvídate de mí) y la memorable Being John Malkovich (1999), fue de las primeras entradas que teníamos claro que queríamos comprar. Y fue una gran inauguración personal del festival.

Con un estilo visual muy particular y un uso del stop motion minucioso, la imagen cautiva desde el primer momento y se le perdona que a la trama le cueste arrancar. También embarga un sentimiento de confusión, que va diluyéndose con el tiempo, mientras comprendemos y apreciamos esa lentitud inicial. Manteniendo un espíritu realista y detallista y un sentido del humor ligero pero abundante, la película cuenta la historia de un hombre que no se siente bien con su vida, durante una noche que pasa en Cincinnati, ciudad a la que ha viajado para dar una conferencia al día siguiente. 

Momentos cotidianos, torpezas y dificultades para expresarse y reconocerse a sí mismos, los muñecos de Anomalisa encarnan personajes más de carne y hueso que los de multitud de películas con actores reales (también físicamente, luciendo cuerpos corrientes). Una historia sobre lo cotidiano y lo excepcional, sobre los efectos que producen en nosotros y sobre cómo los percibimos.


Después de un breve paseo por Sitges llegamos con tiempo de sobra a la cola del auditori para nuestra siguiente sesión a las 12.45.

Knock Knock

Una opinión positiva de Eli Roth fundamentalmente por el recuerdo de Hostel (2005) y una sinopsis atractiva nos lleva  a esta película, aunque sin demasiadas esperanzas puestas.

Un buen inicio, escenas hogareñas y familiares para introducirnos en la vida de un hombre felizmente casado y padre de dos hijos (un Keanu Reeves bastante correcto, que ya es...). Una noche, durante un fin de semana en que no ha podido acompañar a su familia a un viaje por asuntos de trabajo, dos chicas jóvenes acuden a su puerta pidiendo ayuda, pues andan perdidas en mitad de una tormenta. Inmediatamente se iniciará un juego de seducción en el que la incomodidad del protagonista se plasma realmente bien y se mantiene un alto nivel de tensión. 

Sin embargo, desde el momento en que la película cambia de tercio y se centra en las formas que las chicas buscan para destrozar su vida, todo lo conseguido se pierde. A pesar de algunas bromas divertidas la película se vuelve insulsa, las psicópatas resultan extremadamente infantiles y se rompe la inmersión por acontecimientos demasiado absurdos e inverosímiles, que no casan con el tono general que había gobernado hasta el momento, llegando a aburrir.


Salimos del cine decepcionados y hambrientos. El local en el que decidimos comer está muy ocupado (como todos) pero nos permite descansar un buen rato y reponer fuerzas. Tras un breve paseo y compras por los puestos montados junto a la playa, más descanso y maquillaje hasta las 20.00...

Zombie Walk

Un brevísimo pregón ofrece el pistoletazo de salida y, como ha ido sucediendo edición tras edición, el inicio resulta impracticable, apenas se puede avanzar. Demasiada gente, pero sobre todo demasiado público deteniendo el avance al demandar fotos y atenciones similares. Muchos zombies muy bien caracterizados pero en general los participantes han perdido las ganas de interpretar los movimientos y andares de las criaturas que supuestamente encarnan. De todas formas, parece que sólo interesan los sustos esporádicos y los zombies extravagantes o sorprendentes en algún sentido.


Agotados, cogemos el último tren del servicio habitual, a las 22.26, con la sensación de que es mucho más tarde y que el día ha sido excepcionalmente largo.

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